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jueves, 22 de marzo de 2012

Égloga del pastor de los sueños

Ricardo López Mateos
Soneto primero:
Nació penitente de la cañada,
Con esmero dirige su rebaño,
En su andar fatigado de ermitaño,
Suena una sinfonía apasionada.

Una tormenta estalla en su interior,
Con luz opaca y relampagueante,
Subyuga su alma de pastor errante,
Y yerra su inocencia de pastor.

Flemática pasión que arde en la hoguera,
Que calcina a su paso la maleza,
Y arrodilla a su conciencia lisonjera.

Su voz cándida estremece al planeta,
Sangre de amor que fluye por las venas,
Son  sueños intensos de anacoreta.

Sueño primero:

Hoy te busco y te encuentro,
Amada mía,
Oculta entre la hierba,
Amada ninfa.

Eres flor entre pastos,
Amor de ayer,
Recuerdo que palpita,
Amor que fue.

Soneto segundo:

Es la imagen de un ser atribulado,
Deseoso de una fruta maldita,
Mientras su corazón de hombre crepita,
Mira con desencanto a su ganado.

Las noches son esencias de mujer,
Los días tan sólo un camino yerto,
Que conducen a un inmenso desierto,
Donde las flores no quieren crecer.

En su pecho sólo siente amargura,
En sus rezos sólo pide amor,
Y en su despertar anhela hermosura.

En el camino presagia dolor,
En sus plegarias invoca a la luna,
En sus palabras encuentra calor.

Sueño segundo:

Añoro tu sonrisa,
Besos robados.
Es tu brillo en los labios,
Besos extraños.

Ilumina mis días,
Amor sincero,
Fuiste musa en mis noches,
Besos serenos.

Soneto final:

Y un hada surge del abrevadero,
Su magia hechiza a un corazón doliente,
De aquel que fue un eterno penitente,
De un sueño de amor imperecedero.

Juntos se funden en un amanecer,
Cabalgan a través del firmamento,
Presos en la sombra de un sentimiento,
Por el cual ambos quieren perecer.

Y al despertar canta la golondrina,
Solo se encuentra en la inmensidad,
Abandonado por su hada madrina.

En sus recuerdos busca la verdad,
Y muy confuso recorre los campos,
Sin saber qué es sueño o realidad.


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